Donald Trump, en el Reed National Military Medical Center donde está hospitalizado por coronavirus (WHITE HOUSE/)Desde Washington D.C – “Ya llega noviembre. ¡Y se va!”. La frase está en un bar de la calle 18, uno de los circuitos alternativos de Washington y territorio profundamente hostil a Donald Trump. Suena un tanto cándido el pronóstico, porque a esta altura lo único seguro es que en menos de un mes llegará noviembre. Todo lo demás está abierto y es objeto de dudas tras una semana para la historia. Trump se convirtió en el presidente que se somete a tratamientos médicos experimentales para ganarle la partida a una enfermedad potencialmente mortal. Nadie puede negarle al presidente estadounidense que encuentra siempre el modo de marcar la agenda. Fuera de la Casa Blanca, Trump pasa sus días en un hospital militar en el que también se internó a su esposa al dar ambos positivo de coronavirus. Ahora, convertido en un inesperado conejillo de indias por sus propios médicos, el presidente recibió anticuerpos monoclonales y remdesivir, dos tratamientos experimentales y para los que se debió pedir autorización especial. “Me van a criticar, pero algunos de los tratamientos parecen milagros venidos de dios”, aseguró el presidente, al tiempo que admite que “la verdadera prueba” es “en los próximos días”. Lo dicen sus médicos: este domingo y lunes son días clave para saber si Trump evoluciona en la buena dirección o el virus gana fuerza en su organismo. Si ese fuera el caso, la dinámica política del país sería difícil de predecir.Los medios locales ya se encargaron en los últimos días de explicar en detalle la línea de sucesión presidencial, que tiene al vicepresidente Mike Pence como primera opción y a la demócrata Nancy Pelosi como segunda. Pero, con todo lo importante que es saber quién está a cargo en la Casa Blanca, el hecho de que Trump sea candidato en las elecciones del 3 de noviembre le suma voltaje al potencial problema. Si Trump no estuviera en condiciones de seguir ejerciendo la presidencia y Pence se convirtiera en el hombre al mando, ¿podría el hoy presidente seguir siendo candidato?Enorme pregunta y necesaria solo en un caso extremo, pero inevitable dada la dinámica de los hechos. Si tras el debate del martes comenzaron a levantarse voces pidiendo la suspensión de los que están previstos en Miami y Nashville, el tema parece ahora un asunto menor. La pregunta, mientras la campaña se paraliza, es cómo discurrirán las elecciones. Buena parte de la respuesta está en ese hospital militar que alberga a Trump y a esos “milagros venidos de dios”.La salud de Trump, un hombre de 74 años con exceso de peso y colesterol, no es precisamente ideal. The New York Times no se anduvo con vueltas y abrió una de sus historias con el siguiente párrafo: “El positivo de coronavirus del presidente Trump abrió la posibilidad, aunque remota, de que pudiera quedar incapacitado o potencialmente morir durante su período si los síntomas se agravaran”.The Washington Post fue incluso más incisivo: “¿Qué pasaría si uno o los dos, presidente y vicepresidente, quedaran incapacitados? ¿Y si uno de ellos muere antes de las elecciones? ¿Qué pasaría si el presidente gana las elecciones y muere poco después? ¿Y si el ganador muere antes de asumir, pero después de ser proclamado por el Colegio Electoral?”.“La Constitución no determina en quien descansa la autoridad presidencial si ambos, por ejemplo, estuvieran siendo asistidos con respiradores”, añadió Norman Ornstein, que tiene hecho un profundo trabajo acerca de los “agujeros constitucionales” en Estados Unidos: “Más de un millón de personas ya votaron. Si un candidato muriera en octubre no habría posibilidad de que se puedan cambiar las boletas (…). Si la elección continuara, ¿qué harían los votantes?”.Pence, que dio negativo en el test de coronavirus, trabaja paciente y silenciosamente en el Observatorio Naval, la residencia habitual de los vicepresidentes. Por varias razones, ir a la Casa Blanca no sería una buena idea. No le gustaría a Trump, que viene dejando en claro que él es el hombre al mando, pero tampoco sería conveniente por razones sanitarias: tras meses menospreciando al virus, los funcionarios que trabajan allí comenzaron a usar barbijos. Están asustados, quieren saber si el “súper contagiador” está entre ellos.El “ambiente en los angostos pasillos del ala oeste de la Casa Blanca” cambió en forma radical, asegura The Washington Post. Allí, donde los funcionarios trabajaron “por meses sin barbijos y muy cerca los unos de los otros” en medio de una “atmósfera de invencibilidad”, reinan ahora “la aprehensión y el pánico”.“La gente está perdiendo la cabeza”, cita el medio a un hombre familiarizado con la situación en el corazón del poder estadounidense. El viernes, Trump no quería subirse al helicóptero para trasladarse a la Clínica Militar Walter Reed. El “Marine One”, que es como se conoce al helicóptero presidencial, ya estaba en los jardines de la Casa Blanca y el presidente seguía resistiéndose a abandonar el lugar. Creía que era una imagen de debilidad. Según Douglas Brinkley, historiador presidencial, es más que eso: “Es una imagen trágica, porque simboliza el fracaso de nuestro gobierno en lidiar con esta crisis”.Un parlamentario demócrata por Virginia, Don Beyer, dijo no descartar que la internación de Trump fuera “una estratagema política para desviar la atención de sus declaraciones de impuestos y la supremacía blanca”.Ese escepticismo inicial de muchos estadounidenses, que desconfían tanto de Trump que lo creen capaz de simular un contagio de Covid-19 fue virando hasta tornarse molestia: la información acerca de la salud del presidente venía siendo errática desde el momento mismo en que el hecho fue una primicia de la agencia Bloomberg y no un comunicado de la Casa Blanca. Pero las cosas empeoraron más al detectarse contradicciones serias entre lo que dice Sean Conley, médico del presidente, y Mark Meadows, jefe del gabinete del presidente.Si Conley hablaba de un buen estado y una recuperación, Meadows dejaba un mensaje opuesto: “Los signos vitales del presidente en las últimas 24 horas fueron muy preocupantes, las próximas 48 horas serán críticas en términos de sus cuidados. No estamos aún en el camino de una recuperación plena”.A las dudas sobre el estado de salud del presidente se le suman otras acerca de cuándo se supo que se había contagiado. Declaraciones de Conley y Meadows dieron a entender que ya el mismo miércoles se había sometido a tratamiento al presidente, que sin embargo estuvo en un evento de recaudación de fondos en Nueva Jersey. El “súper contagiador” quizás estuvo el sábado de la semana pasada de visita en la Casa Blanca. Trump presentó ese día a Amy Coney Barret como su nominada para el Tribunal Supremo. Los más de 150 invitados a los jardines de la residencia presidencial se sometieron a tests rápidos antes de ingresar. A todos les dijeron que habían dado negativo. Hasta hoy, una docena de los asistentes ya se confirmaron como contagiados. Nadie duda de que serán bastantes más.“Estuve en ese evento y vi como gente que había llegado con máscara se la quitaba al ver que la mayoría llegaba sin”, aseguró Jeremy Diamond, corresponsal de CNN para la Casa Blanca. Un día antes, Trump había estado en Doral, en las afueras de Miami, en un evento con la comunidad latina. Los periodistas de CNN no ingresaron al acto, pese a estar invitados: era en un ambiente cerrado y sin mascarillas. La cadena de noticias es muy estricta en ese aspecto: prioriza la salud de sus empleados. No puede decir lo mismo la Casa Blanca de Trump.MÁS SOBRE ESTE TEMA:Donald Trump agradeció a sus seguidores las concentraciones de apoyo frente al hospitalOperación MAGA”, la estrategia republicana mientras Donald Trump combate el Covid-19Trump “aún no está fuera de peligro”: el médico del presidente de los EEUU se mostró “cautelosamente optimista” onald Trump: “Empiezo a sentirme bien, la verdadera prueba será en los próximos días”El tratamiento para el COVID-19 de Trump ya es único: así podría seguir