Donald Trump, sobre el escenario de la Convención Nacional Republicana de 2016 en Cleveland, Ohio, que lo consagró como candidato a Presidente (REUTERS/Carlo Allegri) (Carlo Allegri/)En un 2020 irreal en el que el Covid-19 nunca se hubiera transmitido de un animal a un ser humano en el mercado de Wuhan, decenas de miles de estadounidenses se hubieran concentrado en alguno de los dos eventos políticos más importantes que se realizan cada cuatro años y atraen la atención de buena parte del mundo. Las convenciones de los partidos donde se ratifican a los candidatos son “el latido” de la vida política de Estados Unidos. La televisión, y ahora Internet, las convierten en el punto máximo de las campañas para llegar a la Casa Blanca. Es ya tradicional que en el momento de la Convención Republicana el candidato de ese partido lidere las encuestas y lo mismo ocurre cuando se realiza la gran reunión de sus oponentes, los demócratas. Las convenciones marcan el momento de las campañas y dan el empujón final hasta las elecciones de los primeros días de Noviembre.Sin el coronavirus, Joe Biden y su compañera de fórmula habrían sido consagrados por sus partidarios en la convención de Milwaukee de mediados de julio y el presidente Donald Trump en la suya que estaba programada para realizarse en Charlotte, Carolina del Norte. El mundo en el que se iban a realizar estos eventos desapareció en enero cuando el virus comenzó a esparcirse desde China y se instaló entre nosotros. Los dos metros de distancia entre las personas hacen imposible realizar esas puestas en escena que terminan con globos, papelitos y sombreros blancos con el nombre del candidato.Tapa del último número de la revista Time ilustrando los problemas que arrastra Trump para llegar a la reelección.Trump insistió desde mayo que de todas maneras se iba a hacer la reunión de los republicanos. Cuando las autoridades de Carolina del Norte se negaron a aprobar una aglomeración semejante de personas, con unos 10.000 delegados y jefes regionales del partido, más otros 30.000 partidarios y unos 3.000 periodistas y técnicos, Trump se llevó la convención a territorio amigo. Encontró en Jacksonville, en Florida, la voluntad política de acompañarlo en este negacionismo impregnado de ignorancia que tuvo, y tiene, el manejo de la pandemia por parte de su administración. Esto, hasta la semana pasada que volvió a cambiar de opinión. Las encuestas le están dando muy mal y uno de los motivos es que sus partidarios ya no lo quieren acompañar en su voluntad de abrir toda la economía y reanudar las clases en las escuelas. Tuvo que suspender la convención presencial en un estado como el de Florida, al que ya denominan “el Wuhan americano”.La decisión es, sobre todo, la confirmación del cambio de rumbo de Trump ante el repunte de la pandemia. Desde mayo, el presidente venía tratando de dejar atrás la crisis sanitaria para centrarse en la recuperación económica que le podía dar la reelección. Con la oleada de nuevos casos y más de mil muertos por día, tuvo que cambiar de estrategia. “Miré a mi equipo y les dije que el momento para este evento no era apropiado, no está bien con lo que está pasando ahora mismo”, dijo Trump en referencia a la situación en Florida. “Tengo que proteger al pueblo estadounidense. Es lo que siempre he hecho. Es lo que siempre haré. Es lo que yo soy”, dijo la misma persona que hasta apenas unos días antes se negaba a usar barbijo e insistía con reabrir todos los comercios. Venía de dos golpes muy duros. El fracaso del acto de campaña que organizó el 20 de junio en Tulsa (Oklahoma) en el que no obligó a los asistentes a llevar mascarilla ni a guardar la distancia, aunque sí a firmar un documento en el que libraba a la campaña de responsabilidad si contraían el virus. Algo similar ocurrió dos semanas más tarde en Dakota del Sur con los festejos del 4 de julio. Los riesgos de contagio de delegados y participantes en Jacksonville eran evidentes. Salir de la convención con coronavirus hubiera sido fatal para sus aspiraciones a la reelección. Ahora no tendrá el tipo de escenario abarrotado de gente que se repitió en su ascenso al poder en 2016, sino un acto online. Trump, sin embargo, insiste con un optimismo prefabricado: “Será un evento muy bueno, lo resolveremos”.La solución para él: dar el discurso desde la propia Casa Blanca. “Es lo más fácil. Creo es un entorno hermoso. Estamos pensando en eso, ciertamente es una de las alternativas”, dijo en una entrevista telefónica con Fox News. La líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, le recordó de inmediato la restricción del uso de las propiedades públicas por parte de los funcionarios para actos políticos partidistas. Y dijo que si lo hace, “degradaría” a la Casa Blanca. “Trump dice cualquier cosa. No habla seriamente y solo busca desviar la atención sobre el mal manejo de la pandemia de coronavirus. Pero de nuevo, es para él una diversión, y en ese terreno es un maestro”. La otra opción para los republicanos es que dé su discurso de aceptación de la candidatura desde el Hotel Internacional Trump, a pocas cuadras de la Casa Blanca.Joe Biden dará su discurso de aceptación de la candidatura demócrata desde Willington, en el estado de Dellaware. EFE /TRACIE VAN AUKEN
(TRACIE VAN AUKEN/)El demócrata Joe Biden ya anunció que no viajará al Fiserv Forum, de Milwaukee, en el estado de Wisconsin, que es donde está programada una convención absolutamente descolorida entre el lunes 17 y el jueves 20 de agosto. Dará el discurso desde Dellaware, el pequeño estado de donde es oriundo y donde reside. Es probable que lo haga desde su propia casa. Trump se rio varias veces de él en los últimos meses porque Biden lanzaba videos caseros de campaña desde el sótano de su residencia, que es donde tiene su oficina personal. Pero desde allí, el demócrata logró sacarle una importante ventaja marcada por todas las encuestas y es probable que por cábala siga haciendo campaña desde ese mismo lugar.En Washington ya se especula con que el coronavirus podría llevarse para siempre a esta tradición política estadounidense que comenzó en 1831, cuando el entonces popular Anti-Mason Party hizo su reunión de delegados en Baltimore para elegir a su candidato a presidente. Nueve años más tarde se obligó a los partidos a votar también por una plataforma de gobierno. Y desde entonces, hubo convenciones de todo tipo. Muchas que terminaron a las trompadas. Y otras, como la republicana de 1860 que eligió a Abraham Lincoln como candidato, donde los delegados tuvieron que esperar para escuchar su discurso de aceptación a que el nominado cruzara a la oficina de telégrafo a informar primero a su esposa.Las primeras eran meras reuniones de caciques políticos en los “smoke filled rooms”, las habitaciones llenas de humo. Ya no queda nada de eso. No se fuma, los burócratas del partido desaparecieron y cuando se llega a la convención ya está todo determinado. Lejos quedan los tiempos en que un candidato, como fue el caso del embajador John W. Davis en 1924, necesitó más de un centenar de votaciones en el Madison Square Garden de Nueva York para conseguir la nominación demócrata. Esa división partidaria lo llevó a la derrota. Otra convención muy dividida y que creó gran expectativa fue la republicana de 1976, cuando el ex actor Ronald Reagan le disputó al presidente Gerald Ford la nominación. Ford la obtuvo por los pelos, pero perdió las elecciones frente al demócrata Jimmy Carter. Reagan se vengaría cuatro años más tarde y llegaría a la presidencia.Una de las primeras convenciones realizadas en el Madison Square Garden de Nueva York en los años 50.Por décadas, la convención tenía el atractivo de que el candidato revelaba allí el nombre de su compañero/a de fórmula. Algo que se realizaba después de maratónicas negociaciones. Fue el caso de Lyndon Johnson el candidato a vice de John Kennedy en 1960. Bill Clinton fue quien terminó con esa tradición. Nombró en 1992 al senador Al Gore días antes de la convención demócrata y los dos llegaron a Nueva York, después de hacer un viaje en tren recorriendo varios estados. En 1984 se registró el hecho histórico de la primera candidata a vice, Geraldine Ferraro y en 2008 la siguió Sarah Palin.La convención demócrata de agosto de 1968 fue la más violenta. Tuvo lugar en Chicago unos meses después de los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy y con la opinión popular ya en contra de la guerra de Vietnam. Decenas de miles de estudiantes llegaron de todo el país para protestar contra la guerra y el servicio militar obligatorio. Johnson se bajó de la candidatura en favor de su vice, Hubert Humphrey, quien perdió las elecciones ante el candidato de “la ley y el orden”, el republicano Richard Nixon.Cincuenta y dos años más tarde, el candidato republicano Donald Trump, con muy poco parecido a Nixon, también se abraza a esa posición de la ley y el orden para enfrentar a un afable ex vicepresidente, Joe Biden. Sin convenciones, con amenazas por parte del presidente de desconocer los resultados y las dudas sobre si el voto será o no presencial, el 3 de noviembre se realizarán unas elecciones muy poco convencionales.